Pablo Gómez

El cuerpo de las palabras

Palabras de significados contundentes que se creían útiles para hablar del pasado, resurgen en un presente complejo. El análisis de Pablo Gómez.

Algunas palabras son más que solo un conjunto de letras. A algunas de ellas (o un pequeño conjunto de palabras en algunos casos) si se les da un uso reiterado y asociado a alguna situación con profundo contenido emocional, pasan a ser palabras que, en la cotidianeidad, son sacadas del vocabulario diario, y solo son referidas para declarar eso a lo que la palabra (o palabras) está asociado.

Este retiro del uso cotidiano le da a las susodichas un cuerpo que supera ampliamente al mero conjunto de letras concatenadas, o a algún sinónimo que pueda utilizarse. Son únicas, respetables y respetadas, y punto.

No sé si a todos nos pasa con las mismas palabras. A mí, por ejemplo, la palabra "desaparecido", o el pequeño grupo de letras apenas separado por un par de espacios que se escriben "golpe de estado", me suenan a esas palabras que significan todo un cúmulo de situaciones, una época, y que no pueden ya ser usadas ni siquiera para casos en los que son aceptadas por la Real Academia de la Lengua.

"Desaparecido" por ejemplo, significa según la primera acepción del diccionario "que se halla en paradero desconocido, sin que se sepa si vive". Claramente si uno va en un barco, y la nave no vuelve a puerto después de una tormenta ni en los días subsiguientes, llega un momento en que se considera como personas desaparecidas a quienes tripulaban al mismo. Pero de darse ese triste caso, quienes se refieren a esas personas (al menos en Latinoamérica), buscan sinónimos o arman frases complejas al referirse al hecho, para no utilizar la famosa palabra.

Y esto es así, por una lamentable razón que aquellos que superamos cierta edad tenemos muy presente: en este país, y en países vecinos, gobiernos ilegítimos han desaparecido a miles y miles de personas en el pasado cercano. Y si bien en Democracia siempre hay hechos lamentables que llevan en algunos casos a que se desconozca el paradero en forma permanente de ciertas personas, no se usa como regla general la palabra "desaparecido", porque esa expresión se refiere a aquella otra situación.

En esta parte del mundo, cuando alguien habla de un desaparecido, se refiere a una persona que fue atacada, secuestrada ilegalmente y ocultada por el propio gobierno de su país; el hecho de que el perpetrador del hecho sea el mismo gobierno, hace que no haya a quien recurrir en auxilio: los mismos sectores que debían proteger a esa persona son los responsables de su desaparición, convirtiendo a ese acto en una suma de delitos que, al reiterarse una y otra vez con distintos miembros de la sociedad, terminan dejando en evidencia la existencia de un plan sistemático de eliminación de la oposición política, sindical y estudiantil, entre otras.

Algo similar ocurre a la hora de hablar de un "golpe de estado". Estamos quienes los vivimos, y estamos quienes lo leímos o lo vimos en documentales, pero, en definitiva, en nuestra Latinoamérica un golpe de estado consiste (al menos en mi opinión) en una conjunción de fuerzas maléficas, militares, políticas, económicas y de sectores sociales afines, que toman el poder establecido en forma concreta. Esto es, se hacen con el poder real de un país derrocando a gobernantes legítimos, y una vez en el gobierno se encargan sistemáticamente, nuevamente y como ya se dijo, de perseguir y encarcelar a quienes se oponen, de servir a sus propios intereses (intereses personales y sectoriales de los involucrados), y de denostar al sistema democrático que acaban de derrocar.

Ha habido en este año que ya casi termina, ocasiones en las que se han utilizado estas palabras en zonas cercanas a nuestra Argentina... yo no sé, quizá mi definición se quedó en el pasado, quizá los malos han buscado nuevas formas de desaparecer y de generar golpes de estado; pero lo cierto es que, la utilización permanente y no siempre acertada de estas palabras tan caras a nuestra sociedad, pueden terminar por banalizarlas.

Ojalá siempre recordemos a quienes desaparecieron luego de golpes de estado en la región, con el respeto y la importancia que tuvieron para nuestras vidas, y para lograr el fortalecimiento de las democracias latinoamericanas, consolidadas en buena medida por la conjunción ciudadana exigiendo que nunca más se repitan aquellos hechos. Ojalá no haya más golpes de estado ni desaparecidos. Ojalá no quitemos cuerpo a esas palabras, usándolas para referirnos a situaciones en las que, aunque su utilización puede generar un rédito partidario cortoplacista, minimiza el sacrifico de decenas de miles de personas que dieron su vida simplemente por pensar distinto.

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