La política se aferra a la billetera igual que las "reinas" a la ilusión de sus coronas
Mendoza ha intentado en muchas oportunidades reformar una Constitución vieja, que habla casi en otro idioma y que fue redactada con notable eficacia para hacer una Mendoza potente, como lo hemos sido. Pero a la vista está que resulta un corset para avanzar en esta época y requiere replantearse.
Es difícil abonar la evolución de las sociedades, sobre todo cuando el miedo las embarga ante cualquier posibilidad de cambio. Pero es ineludible: las cosas cambian, más allá de que estemos muy cómodos como estamos. Si nos adaptamos antes a los cambios fundamentales para que las cosas funcionen mejor, indudablemente nos ahorraremos el apuro y el golpe que implicaría hacerlo tarde, mal o nunca. Y esto cabe a cualquier orden de cosas que incumba a la vida humana y, por supuesto, al quehacer cotidiano de Mendoza también.
No se convocó a los fumadores para restringir su vicio, ya que tenía suficiente peso el diagnóstico sanitario para avanzar ignorándolos, aunque tratándolos como víctimas del engaño que implica esa adicción para cada uno.
Pasa igual con quienes defienden a capa y corona que la Vendimia incluya un anacrónico concurso de belleza y lo mismo, con los políticos cuando se pretende achicar el gasto que implican para el Estado.
¿Puede la reforma institucional nacer sin vida? El tira y afloja
El problema es que la más legítima de las representaciones es la política, ya que surge del voto universal y no de un sector, y son ellos mismos quienes deben demostrar vocación y voluntad de ceder para mejorar la calidad de su necesaria intervención en la conducción del Estado.
Se escucha a los que gritan más fuerte, en todos los casos, y la sociedad profunda reclama cosas simples y no siempre recibe explicaciones a fondo de las reformas impulsadas.
Hoy reclamar por esas cosas simples, como que las calles asfaltadas no parezcan la superficie craterosa de la Luna es legítima y la política debe comprender que, detrás de ello, está que el Estado que tiene que darles un buen pavimento y mantenimiento a prueba de lluvias y solo lo podrá hacer con recursos, es decir, ajustando gastos en donde menos afecta al resto de la población. Hacerlo sobre el gasto de la actividad política, entonces, ayudaría a satisfacer un reclamo tan simple como legítimo de la comunidad.
El peronismo cree que el Gobierno busca su rechazo a la reforma institucional para facturárselo
Mendoza ha intentado en muchas oportunidades reformar una Constitución vieja, que habla casi en otro idioma y que fue redactada con notable eficacia para hacer una Mendoza potente, como lo hemos sido. Pero a la vista está que resulta un corset para avanzar en esta época y requiere replantearse.
Aparecen una serie de reacciones:
Los miedosos: No quieren que nada cambie, por las dudas. Son mentalidades anticuadas que no comprenden el avance de tiempo y preferirían que la realidad sea una foto de sus mejores tiempos de juventud, pero es imposible.
Los egoístas: Están los que no quieren que el éxito de una reforma le quede como rédito para una sola fuerza. Ya el radicalismo se opuso taxativamente en 2012 a un intento de reforma constitucional, igual que ahora lo hace el peronismo.
Los oportunistas: Aparecen los que tienen mucho que ver con los anteriores, y que o bien quieren sacar provecho de una serie de propuestas planteadas de cara a la sociedad a sabiendas de que no serán aprobadas, y los otros, los que creen que les beneficiará electoralmente oponerse, tratado de captar a una porción de la ciudadanía que está distraída, decepcionada, que tiene desconfianza o está cómoda en su condición de desinformada en torno al tema.
Los militantes del "no" parecen más, porque su voz es disruptiva y capta más atención. Los ha habido siempre en todos los intentos por subirse a los trenes de la historia para evolucionar.
Pero está esa sociedad profunda que no está en Twitter ni llama a las radios que merece un tratamiendo con más respeto: información y vocación política desprovista de solo enfocarse en los intereses particulares y de sector.