Editorial

Es necesario que abran las fronteras y límites a Mendoza ya

Negado el desarrollo minero, con la vitivinicultura dándole pelea a la crisis y la industria metalmecánica prendiéndole velas a Portezuelo del Viento, es el turismo lo que puede desatar las sogas que mantienen amarrada a Mendoza a los humores del gobierno nacional.

Memo

¿Quién podría contagiarse de cualquier cosa practicando turismo aventura? Y entonces, ¿por qué un turista de cualquier punto del mundo y del país no puede llegar fácil, adecuadamente y sin problemas a Mendoza? 

Las normas restrictivas, prohibitivas al extremo que surgen de un verdadero festival de normas de índole policial, a esta altura, resultan ridículas y autoritarias, negadoras de los principios consagrados por la Constitución y peor: violatorias de las libertades que la Carta Magna garantiza.

La Casa Rosada debe abrir los límites interprovinciales y las fronteras internacionales. Mendoza necesita en forma urgente de los recursos que pueden llegar para sostenerse en pie y no caer de rodillas ante la oferta de billetes impresos o importados por un gobierno nacional que busca alinear y subordinar tras de sí y que ha llevado a la Argentina al borde del papelón internacional en la gestión soviética de la cuarentena, con manipulación de cifras, mensajes y objetivos tan grandilocuentes como comprobadamente falsos.

La épica de la pandemia controlada desde un comando ideologizado no da resultados, salvo en la militancia zombi que repite sin evaluar ni capacidad de pensamiento crítico.

El país feudal, la tentación totalitaria y Abigail como denuncia de lo evidente pero naturalizado

Es absurda la proliferación de normas puntualizadas dentro del territorio nacional que cualquiera toma como ocurrencia porque sí, con la oprobiosa ausencia del Poder Judicial que debería marcar los límites al abuso de poder de municipios, provincias y el gobierno nacional.

Aquí no más, en Brasil, con menos muertes por millón de habitantes que la Argentina, cualquier argentino puede concurrir en absoluta libertad a centros turísticos, sin que el fantasma gubernamental de algún virus te frene en cada esquina. De hecho, para salir del país hay que hacer una declaración jurada que se duplica con la app Cuidar, sin que nadie explica por qué y para qué. 

Para moverse aquí hay una carrera de obstáculos propia de países enemigos durante la Guerra Fría, pero hacia adentro de la Argentina. Pero para entrar por Ezeiza y solo para el área metropolitana de Buenos Aires, la libertad es total: priman los intereses de sector y no el interés general, federal, equitativo.

Se está poniendo un pie sobre el desarrollo de provincias que no dependen solo del empleo público, bajándoles su rango al nivel de aquellas que aparecen como inviables y solo dependientes de las decisiones negociadas con el poder central. 

Se infunde un temor sin fundamentos sobre la población en torno al covid-19 y con eso, un Estado torpe conducido de igual modo, con afán de mando centralizado y con la aparente intención de subordinar todo a los intereses del gobernante nacional, consigue una masa crítica a su favor. Puede comprobarse en esta Argentina de hoy que no hay epidemia más crítica y difícil de curar que el autoritarismo que termina siendo aceptado por población hipnotizada por el miedo

Las prácticas fascistas prenden rápido: cualquiera, ante cualquier gesto de libertad del otro, tiene la tentación urgente de denunciar al libre para que lo recluyan. Todos pendientes del otro: vigilados para ser castigados; encerrados para que nadie levante la cabeza por encima de los que aceptan vivir solo del Estado y bajo las órdenes de quienes lo conducen.

Mendoza ha demostrado que encerrar, prohibir y controlar no da mejores resultados que permitir el trabajo libremente, respetar los derechos constitucionales y simplemente exigir el cumplimiento de los deberes preestablecidos, sin inventar nuevas obligaciones.

Negado el desarrollo minero, con la vitivinicultura dándole pelea a la crisis y la industria metalmecánica prendiéndole velas a Portezuelo del Viento, es el turismo lo que puede desatar las sogas que mantienen amarrada a Mendoza a los humores del gobierno nacional.

Necesitamos como estado provincial recursos para manejarnos libremente, sin condicionantes absurdos, y para encarar la segunda ola de la pandemia, que llegará, con todos los centros sanitarios bien equipados, con personal suficiente y respiradores adecuadamente distribuidos. Que la próxima vez no nos tome tan mal parados ni dependientes de las decisiones de otros.

Es hora de que todos los sectores reclamen algo que nos pertenece y que hizo posible que esta provincia haya despegado en sus momentos fundacionales y sido resiliente tras hecatombes: la libertad.

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