Derechos, infancia y ciudad

Verónica Fader, directora de Arquitectura e Ingeniería del Ministerio de Planificación e Infraestructura Pública de Mendoza, reflexiona sobre el hábitat y los niños, con interesantes antecedentes internacionales.

Verónica Fader

Desde el Ministerio de Planificación e Infraestructura Pública queremos recordar que durante la semana que comienza, se celebra en el mundo el aniversario de la Convención sobre los Derechos de la infancia, aprobada por las Naciones Unidas el 20 de noviembre de 1989. Destacada por hacer foco en la vulnerabilidad, en la no discriminación e interés superior del niño/a y por incluir a los refugiados, discapacitados y a las minorías. A partir de entonces se han planteado nuevos paradigmas para las políticas públicas, considerando al niño como un ciudadano activo de su comunidad y teniendo en cuenta su voluntad para la intervención de la ciudad.

En este contexto la ciudad constituye un espacio de aprendizaje democrático caracterizado por la presencia de objetos físicos que adquieren significados en la interacción con el individuo y entre estos y su comunidad. Este medio urbano propicia los espacios de diálogo y participación y a través de la percepción y la experiencia permite el ejercicio de una ciudadanía activa. La carta del derecho a la ciudad destaca la importancia del acceso a la ciudad, "para que en ciudades de América Latina se avance en la transformación del espacio público, concebido como un conductor de la cohesión social, la inclusión económica y expresión cultural".

En 1991 fue creado en Fano, el proyecto "La ciudad de los niños" por iniciativa del pedagogo italiano Francesco Tonucci, que comenzó a pensar la ciudad desde la perspectiva de los niños. La motivación fue política y apuesta a trabajar por una forma de gobierno que tome a los niños y niñas como parámetro y como garantía de las necesidades de todos los ciudadanos. Plantea que la vida cotidiana en la ciudad es insegura a causa del aumento del tráfico y la pérdida de lugares donde la gente pueda pasear, encontrarse y disfrutar de la vida en el espacio público. Los niños son las principales víctimas de esta situación, al quedarse confinados en la casa o en la escuela para evitarles riesgos, lo que restringe a la vez su autonomía de acción y de movimiento. La esencia de esta propuesta es la participación del niño desde su propia mirada y no desde la mirada del adulto.

El programa Ciudades Amigas de la Infancia (CAI) es una iniciativa de UNICEF lanzada en 1996, que se creó con el propósito de promover el conocimiento y el respeto de la Convención sobre los Derechos del Niño en el ámbito más próximo del núcleo de convivencia del niño o adolescente. En la práctica significa que sus derechos se reflejan en las políticas, leyes, programas y presupuestos a nivel local. En una ciudad amigable para los niños, ellos son agentes activos, sus voces y opiniones son tomadas en cuenta e influencian los procesos de toma de decisiones. En definitiva, transformar las ciudades en lugares amigables para todos.

El proyecto Ciudad Educadora, que surge en Barcelona sobre la base de estos principios "reivindica lo colectivo y lo público, lo político y lo ético y busca ingresar a la modernidad haciendo uso de la educación como fenómeno eminentemente comunicativo cuyo desarrollo potenciará la capacidad de incidencia de la sociedad sobre sus propios destinos, estableciendo cambios en la conducta y los comportamientos de los ciudadanos, buscando la construcción de la democracia y la ciudadanía como proyecto colectivo".

Desde hace tiempo y potenciado por la pandemia que ha afectado al mundo durante 2020, son numerosas las propuestas que sostienen la importancia del espacio escolar como educador, pero más aún su expansión espacial hacia el espacio público urbano y la ciudad completa. En esta línea la argentina Olga Cossettini destacaba en sus obras completas: "Nuestro niños se inician en el estudio del pueblo en el cual viven. Exploran el ambiente. El aula se prolonga. Es toda la ciudad. Maestros son las cosas que los niños encuentran en su camino y observan con curiosidad, las personas que trabajan, su ambiente, oficinas y fábricas, los campos que rodean la ciudad, las plantas que en ellos crecen, los animales que los pueblan. Hacia el estudio del ambiente convergen todas las asignaturas. Van en busca del mundo. Se mueven con libertad, responden a una lección, a una necesidad, a una exploración. Viven".

Los patios escolares también se han convertido en objeto de estudio y transformación a través de la participación, emprendiendo un camino de regreso hacia los entornos naturales, replanteando paradigmas e incorporando a sus propuestas la perspectiva de género. En distintas ciudades europeas y algunas de América, con un importante liderazgo de España, las acciones en torno a la pacificación de los entornos escolares se multiplican en las ciudades, complementándose con la creación de caminos escolares seguros. Estos caminos se basan en las acciones colaborativas entre la comunidad educativa, la familia, los vecinos y comerciantes y los gobiernos locales para promover la movilidad sustentable, la práctica de hábitos saludables, la autonomía de la infancia, la educación vial y el protagonismo del espacio público como ámbito primordial para el ejercicio de la ciudadanía, entre otros. Las calles se transforman para dar espacios a los grupos de niños y jóvenes que las recorren a pie y en bicicleta en compañía de algunos adultos.

En este mismo sentido Fabiola Uribe (2016), arquitecta y docente universitaria, promueve la importancia de la enseñanza de la arquitectura en la infancia y sostiene que "es una disciplina por naturaleza integradora, y por tanto permite crear distintos niveles de reflexión y comprensión sobre el individuo y su entorno" (...) "la arquitectura actúa como un detonante de habilidades y competencias (...) muestra al niño una mirada optimista sobre sus potencialidades, se basa en la confianza de cambiar y transformar el mundo, a todos los niveles. Conocer sobre arquitectura desde niños, transforma la manera de ver y entender el espacio y la ciudad que habitan. Esta reflexión les permite construir conocimiento asociativo, el cual puede ser aplicado de forma creativa en otros escenarios, más allá de la arquitectura".

Como actores del gobierno provincial, asumimos el protagonismo de la niñez como eje para la generación de políticas públicas para la cocreación del hábitat; articuladas con los gobiernos locales.

LA AUTORA. Verónica Fader. Directora de Arquitectura e Ingeniería del Ministerio de Planificación e Infraestructura Pública de Mendoza.

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