Literatura y pandemia: Saramago y su "Ensayo sobre la ceguera"
Literatura y pandemia: Roxana Azcurra analiza una gran pieza literaria del portugués y Nobel de Literatura José Saramago: "Con esta novela, el autor nos incomoda al situarnos en los porosos límites entre realidad y ficción", escribe Azcurra.
"Creo que no nos quedamos ciegos, creo que estamos ciegos, ciegos que ven, ciegos que, viendo, no ven". José Saramago.
¿Qué ocurriría si perdiéramos la vista de un momento a otro? ¿Cuáles serían nuestras primeras reacciones? ¿Qué otras realidades nos permitirían ver unos ojos ciegos? Y si esa ceguera se propagara y se volviera una pandemia: ¿qué desafíos se presentarían tanto en el orden público como en el privado? Estos y otros son los problemas que José Saramago propone en su Ensayo sobre la ceguera, novela publicada en 1995 y llevada a la pantalla grande por Fernando Meirelles bajo el nombre Blindness, nominada al Festival Internacional de Cine de Cannes en 2008. Junto a otras ficciones, como Ensayo sobre la lucidez (2004), o la anterior El evangelio según Jesuscristo (1991), la historia forma parte del denso universo discursivo del escritor y periodista portugués, galardonado con el Nobel de Literatura en 1998. Como indica el título, nos encontramos en parte ante una obra que explora a través del ensayo, género híbrido entre la literatura y los discursos no literarios, actitudes humanas. Este hecho, nos coloca a los lectores en una posición algo incómoda, al reconocer ecos y paralelos entre ficción y realidad.
En la novela, una "ceguera blanca" azota a la humanidad y abre un paréntesis en la vida de seis personajes, su ciudad y el mundo. Un médico, la esposa del médico (en la película Julianne Moore), "el del automóvil", "el ladrón", "la chica de las gafas oscuras" y "el niño estrábico", definidos por sus roles, sin nombre aparente, son trasladados a un hospital psiquiátrico abandonado luego de que el oftalmólogo advierte sobre la posible transmisión de un tipo extraño de ceguera contagiosa que lo afecta a él y a los otros. Este lugar con tapias, que la Comisión considera el más apropiado por sus características similares a las de un cuartel, es un espacio de transición sucio y gris, el espacio para la cuarentena, que conocemos gracias a los ojos de la mujer del médico, la única vidente que ha logrado filtrarse entre los ciegos a pesar de la negativa del esposo: "Esto es una locura", declara él. "Debe serlo: estamos en un manicomio", advierte ella entre las camas grises. Los personajes son abandonados allí. Para ingresar deben sostenerse de una soga que los guía y se bifurca: el sector de los contagiados y el de los sospechosos. Son los enfermos quienes deben establecer sus propias normas para intentar mantener la convivencia armónica en medio del caos y de un tejido social que se desintegra progresivamente. Mientras tanto, el Estado intenta contener el pánico a partir de medidas cada vez más represivas. El egoísmo, la trampa y el abuso de poder se transforman en herramientas en la lucha por la supervivencia. La comida escasea y un grupo de internos que ha logrado armarse controla a los otros a través del hambre, administrando las magras raciones, en una lógica similar a la de Los juegos del hambre, donde las víctimas luchan entre sí. Este microcosmos caótico emula lo que ocurre en el exterior, donde toda la humanidad está sumida en la ceguera, el desorden y el olor a podrido.
Más allá de la línea argumental, existe una cifra de lectura que puede interesarnos como sociedad, dada la pandemia que azota al mundo, clave complementaria de las metáforas sobre la ceguera. Es la que tiene que ver con la naturaleza ensayística del relato en cuestión. Son numerosas las reflexiones y párrafos incluidos en esta historia a través de un narrador omnisciente que nos dejan pensando. Esta voz divaga sobre los límites entre lo humano y lo bestial, el miedo que "ciega" y el libre albedrío. Como en La peste, del francés Albert Camus, las páginas representan el accionar de las personas en situaciones límite y se preguntan por el sentido de la existencia:
"De los ojos ciegos brotan dos lágrimas, por primera vez se preguntó si tenía algún motivo para seguir viviendo. No encontró respuesta, las respuestas no llegan siempre cuando uno las necesita, muchas veces ocurre que quedarse esperando es la única respuesta."
Con esta novela, el autor nos incomoda al situarnos en los porosos límites entre realidad y ficción: ¿Es posible que se desarrolle una peste a gran escala que ponga al mundo en vilo? ¿Qué dispositivos del orden moral deberíamos fortalecer para no caer en la ruindad y la desesperanza? Una novela para disfrutar y reflexionar. Un universo distópico que nos impulsa a repensar el curso de la humanidad.